sábado, 17 de julio de 2010

18 de julio -Efemerides- Grandes batallas argentinas.


Batalla de Boquerón –

Después de los últimos contrastes y de la batalla de Tuyutí del 24 de mayo de 1866, en la que el ejército paraguayo perdió más de doce mil soldados (1) fue reorganizado de nuevo dando de alta a seis mil esclavos y otros contingentes que lo elevaron a treinta mil hombres. Estos elementos eran inferiores en todo sentido al ejército veterano aniquilado anteriormente; ancianos, muchachos, convalecientes, todo fue a las filas para formar aquella nueva masa de combatientes; un ejército escuálido, pero fanático y esclavo, en el que la obediencia pasiva se llevó hasta el último grado, y no desmintió un solo momento su buena reputación, aunque no tenía la misma solidez de su antecesor.



En esta situación, después de haber adiestrado López en continuas maniobras y ejercicios de fuego a estas nuevas tropas, y en los combates del 10 y del 11 de julio, donde como siempre comprometió un puñado de hombres que fueron rechazados, trató de extender su línea fortificada de la derecha, de manera que tomase el flanco izquierdo de las posiciones de los aliados. Como se ve era atrevida la empresa, encarnando en sí un plan tan descabellado, como suponer que el ejército aliado permanecería impasible ante tanta audacia, que lo obligaría a retroceder vergonzosamente allende el Estero Bellaco.



Thompson repite lo que dice el semanario de la Asunción, que la mente de López al provocar esta batalla, fue con la intención de obligar a los aliados a llevarle un ataque a sus posiciones. La tenacidad de los ataques paraguayos en este episodio, desmiente lo bastante semejante aserción. (2)



Primero tuvo la idea de colocar una pieza de artillería en un lugar denominado Punta Naró, que se encuentra en el linde del bosque del Sauce, sitio próximo al campamento del general Flores y que descaradamente enfilaba aquella posición, de modo que para atacar ese punto hubiera sido necesario sufrir los fuegos de la batería del potrero Sauce y de la del Paso Gómez.



Este plan primitivo fue abandonado, ordenando entonces López un prolijo reconocimiento el día 13 en el terreno comprendido entre la trinchera del Potrero Sauce y Potrero Piris, que forma propiamente la selva del Sauce, con el propósito de hacer construir durante la noche una trinchera que abraza el espacio situado entre la isla Carapá (3), Punta Naró y Potrero Piris, que se extendía sobre dos elevaciones de terreno limitadas al Este por un bañado situado sobre el frente de la posición que ocupaban los orientales. Cerraba esta trinchera los dos boquetes de los caminos que salían al Este y que se comunicaban interiormente como ya lo explicamos al referirnos a la selva del Sauce, estableciendo en la que cerraba la desembocadura del camino que va a Potrero Sauce una batería: atrevida posición que comprometía el flanco izquierdo de los brasileros y la retaguardia del general Flores. Esto hacía insostenible aquella situación: era arrojarnos a Itapirú.



La audacia de López no tenía límites, porque era una audacia que nuca puso en peligro su vida, y lo peor es que la hacía servir a sus empresas mal preparadas, sacrificando sin provecho un ejército que debió siempre conservar.



La selva situada entre Potrero Piris y Potrero Sauce, puede decirse que era terreno neutral; ninguno de los adversarios la ocupaba, y ambos se limitaban a más o menos reconocimientos diarios, que exploraban sus abras y senderos, y el gran camino que entrando por la parte Este de la selva, concluía en la trinchera del Potrero Sauce. (4)



El general Díaz, el coronel Aquino y el mayor de ingenieros Thompson, con 50 rifleros, fueron los encargados de ejecutar el reconocimiento a que antes nos hemos referido, y cumpliendo ese mismo día su comisión, volvieron sin que nadie les molestase, a dar cuenta de que la trinchera era practicable.



López no esperó más tiempo, e inmediatamente hizo reunir 700 palas y zapapicos y ordenó a los batallones 6 y 7 que se reconcentrasen en Potrero Sauce, con la orden de estar prontos para marchar. La elección de estos cuerpos se hacía a causa de haber sido los constructores de los terraplenes y trincheras de Humaitá. (5)



A la entrada de la noche se les distribuyeron los instrumentos de zapa, y se pusieron en marcha bajo las órdenes del coronel Aquino y del mayor de ingenieros Thompson. Una vez llegados al punto de su destino, se destacó a vanguardia una guerrilla que protegiera los trabajos, ocultando astutamente su presencia en aquel campo sembrado con los cadáveres momificados de la batalla del 24 de mayo, de modo que era difícil distinguir a los vivos de los muertos. (6) Entonces el mayor Thompson, a la luz de una linterna que estaba colocada a la extremidad opuesta, y oculta al enemigo por un cuero. (7) hizo trazar la línea de la trinchera que debía dar lugar a tan sangrientos y rudos combates.



En esa misma noche, con la rapidez con que efectuaban los paraguayos los trabajos de zapa, pudieron construir como mil metros de trinchera, dividiendo aquella obra en dos segmentos, de los cuales el menos extenso era el que más próximo se encontraba al Potrero Piris y cerraba el primer boquete, y el segundo el camino que iba a la trinchera del Potrero Sauce.



Como el foso se construía a la ligera no le dieron en aquel momento más ancho y profundidad que un metro, arrojando la tierra al frente con el objeto de resguardarse de los fuegos del enemigo, para más tarde construir el parapeto del lado opuesto.



Eminente era, pues, la necesidad de sostener esta posición, que los aliados no tolerarían, en consecuencia, estableció López cuatro batallones en una abra próxima y de este lado de la trinchera del Potrero Sauce. Estas tropas se mantenían a las órdenes del coronel Aquino, quien a su vez debía cumplir las instrucciones del general Díaz, jefe superior de las operaciones que iban a sobrevenir.



Los trabajos se efectuaban como a setecientos metros del ejército brasilero, pero como el servicio de seguridad se había descuidado mucho por esa parte, como sucede en las largas campañas, (8) no echó de ver aquel el peligro que oculto lo amenazaba, y si acaso sospechó la obra del enemigo escondido entre el bosque, por el ruido que debieron hacer los trabajadores al chocar sus instrumentos de zapa, creerían oportuno no aventurarse en una noche tenebrosa a un tanteo entre tinieblas, que no daría más resultado que la pérdida de algunos hombres.



Amaneció el día 14 y se pudo ver bien distintamente a corta distancia una trinchera en comienzo, que flanqueaba audazmente al ejército aliado.



Inmediatamente se ordenó un reconocimiento, que comprobó los trabajos enemigos y los preparativos para artillarlos con cuatro piezas que se creyó descubrir entre ramas de árboles. Entonces se tocó generala y el ejército brasilero se puso sobre las armas.



En esta circunstancia la artillería de la vanguardia y la de la 2ª línea rompieron un nutrido fuego, esperando que con esta demostración serían disuadidos los paraguayos de su loca empresa. Después de una hora de fuego avanzó hacia el bosque una línea de tiradores de las fuerzas de la vanguardia. Ante esta actitud los paraguayos de infantería y caballería que estaban fuera del bosque se replegaron a El Boquerón y solo quedaron ocultos los trabajadores, que cerraban a toda prisa con una trinchera este acceso. A esta fuerza durante todo el día 14 se le hizo fuego; continuando en igual situación el cañoneo el día 15.



Pero se apercibieron bien pronto nuestros aliados de que se perfeccionaban las obras del adversario, y que si se les daba tiempo, aquella temeraria empresa iba a comprometer gravemente la situación del ejército imperial. En consecuencia, desde el primer momento, en consejo de generales, se resolvió tomar la trinchera. Entonces fue que ordenó el general Polidoro, (9) reciente sucesor del general Osorio, que en esa misma noche (15 de julio) la 4ª división de infantería del brigadier Souza, 4 piezas de artillería y una compañía de zapadores, avanzase con cautela por la margen derecha del bosque que está cercano al Potrero Piris, y que se emboscase en un albardón próximo a la trinchera menos extensa, situada entre un bañado y la orilla del bosque del Sauce. Esta trinchera cerraba el primer boquete y estaba construida en una pequeña elevación del terreno; de manera que al despertar el día pudiera recorrer aquella fuerza con rápido impulso el corto espacio que la separaba del objetivo, y caer por sorpresa al enemigo.



Como esta operación debía ser apoyada por una reserva, se encomendó al general Mena Barreto la ocupación del Potrero Piris con la brigada de infantería del coronel Bello y 2 piezas de campaña, teniendo en ese primer momento como misión especial establecer su comunicación con la división Souza por algunos de los caminos que conducían al punto donde se suponía que iba a tener lugar la refriega, y resistir cualquier movimiento envolvente que sobre aquella división trajera el enemigo. Más tarde tomaron otro aspecto estas disposiciones y en su lugar haremos su relato.



Además de estas disposiciones fue reforzado el general Flores con dos piezas de campaña que unidas a otras dos que poseía este general en la izquierda de sus atrincheramientos, podían desde allí batir con ventaja la derecha de la nueva trinchera paraguaya.



3.000 soldados formaban en las filas de la división Sousa, esparcidos en la 11º y 13º brigada; la primera a las órdenes del coronel Guimaraens y la segunda a las del brigadier Pereira.



Constituían la 11º brigada los batallones 10 y 14 de línea y 20 y 31 de voluntarios, y la 13º el 12 de línea, y el 1, 19 y 24 de voluntarios.



A las 5.30 de la mañana se lanzaron los brasileros a la batalla atronando el espacio con un hurra imponente.



El avance fue bizarro; aquellos ocho batallones cargaron con decisión a la nueva trinchera; los paraguayos aunque sorprendidos en el primer momento, reaccionaron, y resistieron con tenacidad y dando más solidez a la defensa, reconcentraron las fuerzas que tenían esparcidas en algunos puntos próximos al combate.



Al mismo tiempo apoyaba este ataque la artillería del general Flores, cuyo fuego, combinado con el de la infantería brasilera, hizo sufrir al enemigo grandes pérdidas. Después de una hora de combate tenaz en que parecía inquebrantable la resistencia de los paraguayos, los batallones 20 y 31 de voluntarios apoyados por el 10 y el 14 de línea, haciendo un supremo esfuerzo arremetieron a la bayoneta y conquistaron la posición, apoderándose como trofeo de gran número de armas, 2 coheteras y 146 instrumentos de zapa. Con los que continuaban los paraguayos la construcción de sus obras.



Una vez perdida esta primera posición, retirose el enemigo a su espalda, y ocupando otro punto volvió a resistir nuevamente. Pero también allí fue convulsionado por los fuegos de la infantería y artillería brasilera y oriental. Cedió el terreno por un momento, corriéndose a la izquierda de la nueva posición, y esparcidos en la espesura del bosque continuaron el combate esperando los esfuerzos que no tardaron en llegar.



El coronel Aquino volvió con tropas de refresco y atacó a los brasileros, haciendo esfuerzos constantes para reconquistar la posición perdida. Se vio entonces una lucha sangrienta y despiadada; tres veces atacaron los paraguayos y tres veces fueron rechazados y perseguidos hasta la otra trinchera donde reforzados con nuevos combatientes repelían a su vez a los brasileros, apoyados por las cuatro piezas que allí habían establecido, las coheteras, y la artillería del Potrero Sauce y Paso Gómez, cuyos sostenidos fuegos se dirigían tanto al campamento de la vanguardia como a la trinchera tomada por las tropas imperiales. Cesaba el avance a la bayoneta y continuaba el fuego tremendo que cubría con una capa espesa de humo aquella selva sombría donde tenía lugar tan reñido combate.



Cuando eran rechazados los paraguayos, se escurrían por el bosque prosiguiendo rudamente la batalla. Aquella táctica entonces era difícil para los brasileros, porque oculto el enemigo entre los árboles y el malezal no presentaba blanco; el humo de los disparos sólo anunciaba su presencia, y el retumbar de las detonaciones parecía tan unísono y tan solemne, que al sentirlo a la distancia semejaba un trueno infinito, algo tan grande como el estremecimiento grandioso de una inmensa tempestad.



Los brasileños se sostuvieron firmes, transformando la sucesión de esfuerzos en una batalla tenaz aquel sangriento episodio.



El combate tenía lugar en un terreno estrecho y encajonado, donde los batallones se sucedían a los batallones, combatiendo encarnizadamente sin un momento de descanso.



Desde las seis y media hasta las nueve de la mañana, los paraguayos mandados siempre por el coronel Aquino, tentaron los más vivos esfuerzos para recuperar la posición perdida, no sólo lanzando su infantería, sino hasta caballería desmontada que venía enarbolando sus sables, blandiendo sus lanzas y atronando el espacio con alaridos salvajes. La lucha se hacía cada vez más sangrienta, acaeciendo este combate, no solamente en los bosques, sino en el estrecho desfiladero que separaba de la primera a la segunda trinchera. En un momento crítico en que el general Sousa había comprometido casi todas sus reservas, fue reforzado con dos piezas de artillería al mando del teniente Acevedo y a las siete de la mañana con los batallones 6 de línea y 9 de voluntarios al mando del teniente coronel Paranhos.



A las siete y media el 46 de voluntarios, seguido poco después por el 8 y el 16 de línea, marchó a incorporarse a los combatientes.



Era un desorden aquella batalla incesante. La naturaleza del terreno impedía poner en planta un plan regular; allí no existía un lugar bastante descubierto para el despliegue de una brigada, y haciéndose éste imperfecto y con grandes dificultades, las pequeñas unidades de fuerza estaban entregadas a sí mismas; los batallones se batían sin formación, en fragmentos, sólo por su cuenta, sin disciplina; retrocedían, avanzaban, sin establecer mutuamente la ligazón a causa del bosque; la dirección era difícil; esa batalla entre una espesura era algo individual que se escapaba a la autoridad del mando y a una línea bien sostenida de combate.



El general Sousa comprendió aquella situación y cesó de ejecutar ataques infructuosos a la otra trinchera (10) que cerraba el camino que se dirigía a la del Potrero Sauce, y se replegó a la posición, conquistada con raudales de sangre brasilera que marcará siempre con glorioso recuerdo ese día.



En una de las ofensivas que tomaron los paraguayos en ese va y viene de ataques y rechazos, el coronel Aquino fue herido mortalmente por pelear como soldado. (11)



Mientras tanto, en el Potrero Piris, además de la brigada Bello, se vio como refuerzo 3 regimientos de caballería desmontada y armados con fusiles, ascendiendo estas fuerzas a 1.600 hombres.



El general Mena Barreto ordenó entonces al coronel Bello que con la fuerza de su brigada (12) tratase de penetrar por una picada que se encuentra al borde del gran carrizal, con el intento de envolver el flanco derecho del enemigo y tomarlo por la retaguardia. Estas tropas avanzaron por el estrecho desfiladero hasta cierta distancia de la derecha de la posición de López en el Potrero Sauce, pero desde allí retrocedieron juzgándolo temerario, en razón de la escasa fuerza que llevaban, no pudiendo por consecuencia llenar su propósito que era atacar por un flanco o por la retaguardia al adversario que combatía con la división Sousa. Además de lo que hemos dicho, las dificultades del terreno hicieron abandonar en su comienzo esta operación, que llevada a cabo, era de presumir, tal vez, la sorpresa del enemigo, o por lo menos su forzosa retirada a su línea principal. (13)



Exhaustas de fatiga las tropas del general Sousa, fueron relevadas a las 9.30 de la mañana por lo restante de la 1ª división al mando del general Argollo, pues los batallones que anteriormente mencionamos viniendo en auxilio del general Sousa pertenecían a esta unidad de fuerza y formaban la 8ª brigada.



El general Argollo se estableció en la trinchera conquistada con la 10ª brigada, dejando allí próxima como reserva a la 8ª.



La 10ª brigada era mandada por el teniente coronel Rocha y se componía de los batallones 13 de línea. 20, 22 y 26 de voluntarios.



Al primer golpe de vista abarcó el ilustre general aquella situación, implantó el orden y dispuso sus tropas con pericia, y alentándolas con su ejemplo; no se economizó un solo momento el peligro.



El fuego continuó, disminuyendo a eso de las 10 de la mañana, lo que daba a comprender que el enemigo había desistido de su aventurada empresa, siendo esta causa la que promovió la retirada de los batallones 6 de línea y 2 de voluntarios de la brigada Paranhos.



Serían las dos de la tarde cuando sintió el general Argollo que se reforzaban los paraguayos, e inmediatamente dio aviso al general Polidoro.



Al momento fueron enviados de nuevo los batallones que recientemente se habían retirado.



Apenas tuvieron tiempo de alcanzar a la trinchera, cuando fue atacada vigorosamente por los paraguayos, acaudillados por el coronel Giménez, que había sustituido al bravo Aquino.



Las instrucciones que tenía el general Días, eran terminantes sobre la conquista a todo trance de la posición perdida. Con tal orden y con tales ejecutantes, debió constituir un empeño heroico aquel asalto, y así fue, porque ruda y tenaz trabose una lucha encarnizada, en que al principio parecía que la violencia del ataque obtenía ventajas, pero reforzados los brasileros con los batallones 14 de línea, 2 y 31 de voluntarios de la brigada de Guimaraens (14) repelieron el violento avance de aquel enemigo inquebrantable.



En estas circunstancias, las fuerzas combatientes del general Argollo alcanzaron a 13 batallones y pudieron así rechazar las cuatro embestidas que le trajo el empecinado coronel Giménez.



Estos repetidos ataques se extendían violentos al frente y a los flancos de la posición de los brasileros, y una gritería infernal se confundía a la detonación de las bombas, de los cohetes y al chisporroteo de la fusilería; aquel desorden grandioso era más digno de la fantasía que del arte de la guerra.



Desde este momento continuó el fuego incesante, sin tregua, al acaso; pero sin producir grandes pérdidas; la mosquetería se dirigía donde se suponía el enemigo; sin alcanzar a distinguirlo a causa de la espesa humareda que cubría como una inmensa nube el perímetro del combate, y del resguardo de los combatientes en los abrigos del terreno.



En esta situación, viendo el general Polidoro que cada vez aumentaban más los refuerzos del enemigo, aproximó la división Conesa al campo de batalla. (15)



A las tres y media de la tare esta división ocupó el Potrero Piris, como reserva de las fuerzas combatientes, y enseguida se aproximó en protección de la división Argollo, que combatía con tenacidad en la trinchera, que en ese momento abandonaban los paraguayos.



Esta fuerza argentina avanzó a paso de trote, llevando a su frente al valiente coronel Conesa, que a pesar de estar gravemente enfermo, marchaba erguido como buscando aliento en el fuego de la batalla.



Hizo alto a cierta distancia del campo de la lucha, donde se situó como reserva, para cumplir la orden de enviar algunos de sus batallones a la trinchera ocupada por las fuerzas del general Argollo. El primer batallón que avanzó con este objeto, fue el 2º a las órdenes del capitán Levalle, relevando a una parte de las tropas brasileras, que estaban exhaustas de fatiga; le seguía como inmediato sostén el 3º, mandado por el mayor Tarragona, que oficiosamente había tomado en ese día, ambicionando nuevos laureles, el mando de dicho cuerpo. Cuando el 2º agotó sus municiones en un fuego continuado y sin descanso, avanzó el 3º a tomar la colocación del batallón de Levalle, y éste retrocedió a la reserva. Reemplazó a estas dos unidades de fuerza, en el mismo orden y sistema de combate, la 4ª brigada a las órdenes del coronel Agüero, formada por el 4º, mandado por el mayor Racero, y el 5º a las órdenes del mayor Dardo Rocha.



Alternando de este modo, y en un relevo continuo, pasaron una parte de ese día hasta las diez de la noche, sin que cesara la crepitación de un fuego sostenido y sin descanso.



A esta hora la división Argollo fue relevada por 5 batallones de la 6ª división al mando del general Victorino. Después de este momento cesó el combate; el enemigo se retiró, dejando solamente algunos grupos sin importancia, que de cuando en cuando lanzaban cohetes y uno que otro metrallazo que se les contestaba sin demora.



Amaneció el día 17, y en las primeras horas de la mañana fue relevada la división Conesa por la del coronel Domínguez.



Durante el combate del día 16, las pérdidas de aquella división se redujeron a 3 muertos y 41 heridos; entre los últimos estaban los capitanes Levalle, Vital Quirno, Juan Manuel Rosas y el teniente Pedro Acevedo.



También tuvimos una pérdida irreparable. El coronel García, Jefe del Regimiento San Martín; siempre en la lidia, siempre en el fuego, fue herido en la mañana del día 16 guiando a la división Sousa por los puntos donde debía atacar; pues siendo el conocedor del terreno, no había querido fiar a nadie esta comisión. Oficioso y alegre acompañaba al general brasilero, como quien va a una fiesta.



En esta batalla el ejército brasilero se batió gallardamente; avanzó con violencia y resistió con sangre fría; y empeñoso y tenaz en la lucha, fue digno émulo del valeroso y audaz adversario, y atestiguó su faena de dieciséis horas sin descanso y con coraje, sufriendo la mayor pérdida. (16)



Quedaron en el campo 153 oficiales y 1.899 individuos de tropa. Entre los primeros que sucumbieron se contaba el coronel Machado, jefe del 31 de voluntarios, el teniente coronel Martini del 14 de línea y el capitán Gómez que lo reemplazó, del mismo cuerpo; el mayor Lima, fiscal del 46 de voluntarios, y heridos fueron 11 tenientes coroneles y mayores.



Continuó el 17 el cañoneo a intervalos, y se produjo alguna que otra pequeña escaramuza entre las fuerzas avanzadas de ambos combatientes.



Los inútiles esfuerzos del ejército paraguayo demostraron claramente a su caudillo lo aventurado de la empresa, y más prudente por la lección recibida, aprovechó de nuestra inacción del 17 para hacer retirar las piezas establecidas en la trinchera avanzada que cerraba el camino que conducía a la línea del Sauce. El teniente coronel Roa las traspuso a ese punto, dejando en aquella posición una fuerza de infantería a las órdenes del mayor Coronel.



Mientras que esto sucedía se concentraban al Potrero Sauce fuerte columnas, todas a las órdenes del general Díaz, predilecto lidiador de López, dejando sin embargo la dirección de la artillería al general Bruguez.



Retiradas las piezas quedó una fuerza de infantería de este lado de la línea del Sauce, que esparcida en el bosque debía tantear la mayor resistencia, de modo que al avanzar los aliados sintiesen en el trayecto una firme oposición, viéndose en el caso de conquistar el terreno palmo a palmo; y cuando fatigados por esta lucha penetrasen en el bosque disminuidos y en desorden, fuesen barridos por el plomo y el fierro de sus fortificaciones, y aún admitiendo la hipótesis que llegasen a la contra escarpa, sufriesen el rechazo por el esfuerzo violento de las tropas de refresco que sostendrían a los defensores de la posición.



Cuando se establecen estas suposiciones, y se lee el relato del avance de la división Domínguez el día 18, el orgullo nacional calienta el corazón ante la hazaña de los 800 milicianos argentinos.



Puede muy bien decirse que durante el día 17 descansaron los combatientes de las fatigas anteriores, para volver a empezar con nuevos brios la pugna el 18 de julio, que será siempre una fecha memorable para aquellos que combatieron valerosamente cuerpo a cuerpo y brazo a brazo, y cayeron como héroes legendarios.



Este día de tan nobles recuerdos para los argentinos, amaneció claro, con un cielo límpido que sólo interrumpían allá en el horizonte, las nubes formadas por el humo de los cañones, semejantes a gruesos copos de nieve.



Desde muy temprano dio comienzo el bombardeo, lanzando sin cesar los aliados, multitud de proyectiles al campo enemigo; contestando desde allí a su vez con sus famosas granadas de 68, y aquellos inmensos cohetes de largo alcance.



Algún tiempo después, se inició el avance sobre la posición paraguaya, por la parte exterior e interior del bosque, atacando la trinchera avanzada que formaba el segmento más extenso y que situada en una pequeña altura, aún no estaba concluida; limitándose a un foso imperfecto que cerraba el ancho camino que va al Potrero Sauce.



Este ataque fue llevado por el general Victorino obedeciendo las órdenes del general Flores.



Este general ordenó a los batallones 16 de Voluntarios, y Voluntario Independiente, que envolviese la derecha de la posición, protegiendo esta operación el 15 de Voluntarios y el 7 de línea.



Al poner en ejecución este movimiento, se incorporaron estos cuerpos a los batallones 2 y 5 de línea, y 3, 21 y 30 de Voluntarios de la división Victorino, que habían avanzado sobre la posición paraguaya, apoyados por los batallones de la división Sousa 1, 19, 24 y 31 de Voluntarios, y 7 y 10 de línea, que en aquel momento estaban a las órdenes del general Victorino, y que constituían la reserva del ataque.



Loa paraguayos, a las órdenes del mayor Coronel, se replegaron con sus coheteras a la línea del Sauce, continuando en su trayecto de retirada un fuego vivo y sostenido, siendo protegidos por la artillería del general Bruguez que ocasionaba grandes estragos a las fuerzas asaltantes.



En este combate fue muerto el mayor Coronel jefe de las fuerzas paraguayas que debían disputarnos el terreno de este lado de la trinchera del Potrero Sauce; oficial que desde el principio de la guerra había asistido a casi todos los combates, y distinguiéndose por su valor y decisión.



El entusiasmo y el ardor de la lucha llevó más lejos a los combatientes y modificó las instrucciones recibidas que se limitaban al desalojo de la nueva trinchera.



Estas fuerzas victoriosas en este punto, avanzaron resueltamente por el camino que va a la trinchera del Potrero Sauce, y los batallones brasileros 2 y 7 de línea y 15, 21, 30 y 31 de Voluntarios, cargaron por distintos puntos a la posición enemiga.



Este brioso empuje, pero desordenado, alcanzó hasta cierta distancia de la contra escarpa de la batería del Sauce; pero al momento tuvieron que replegarse ametrallados por los fuegos del frente y de los flancos. Retrocedieron los batallones con más orden que el que habían atacado, imponiendo al adversario con la serenidad de aquella marcha retrógrada.



La constancia de los repetidos ataques de los aliados ejercían dominante una supremacía bien definida sobre las tropas paraguayas, y fue esta la causa, que aunque vencedores con el rechazo, se limitaban apenas a una corta ofensiva, que aprovechaban con alborozo, para asesinar impunemente a nuestros infortunados heridos, tendidos cerca de sus posiciones.



De corto alcance era, pues, su ofensiva, volviendo enseguida detrás de sus parapetos a esperar nuevos ataques.



Mientras que esto sucedía, el general Polidoro reforzaba la fuerza de Mena Barreto con los batallones 8 y 16 de línea y 10 de voluntarios, y el 2º y 3º regimientos de caballería ligera y un cuerpo de guardias nacionales, armados todos como infantería, con la brigada de cazadores a caballo del 2º cuerpo. Esta fuerza debía operar una seria demostración para distraer la atención del enemigo des punto principal, y ocupar al mismo tiempo una posición avanzada.



Los batallones 3 y 4 de infantería avanzaron por una picada construida sobre la orilla Oeste de la selva del Sauce que conduce a la línea principal y que arranca del Potrero Piris (17) llevando el intento de envolver la derecha del enemigo. Después de grandes dificultades pudieron ponerse al frente del adversario, pero con tales desventajas, que siendo rechazados, ocuparon nuevamente una posición más a retaguardia en donde se mantuvieron firmes, construyendo una obra avanzada y guardaron al mismo tiempo, puede decirse, el flanco izquierdo de nuestras tropas combatientes.



Frustrada la primera tentativa sobre la trinchera del Potrero Sauce, ordenó el general Flores al coronel Domínguez, que obedeciese órdenes del coronel Pallejas y atacase de nuevo la posición.



El coronel Domínguez que mandaba una división, y que por su edad y antigüedad podía aspirar al mando superior, con noble abnegación se puso a las órdenes del coronel Pallejas, y más tarde veremos que aquella vieja amistad de un día, fue interrumpida por un momento por ese inexorable destino que condena casi siempre a los militares de batallar continuo, a una muerte segura en el campo de batalla.



Referencias



(1) Al comienzo de la guerra constaba el ejército paraguayo y sus depósitos de 60.000 hombres. En la época de la batalla del 24 de mayo estaba ya reducido a 24.000 soldados en Tuyutí y 14.000 en Humaitá, el resto había muerto o estaba prisionero.

(2) Sobre el ataque del 18 de julio el general Victoriano arroja la responsabilidad al general Flores, y se ha dicho que fue por iniciativa de Palleja que se llevó a cabo.

(3) Se denominaba así a la elevación de terreno donde está situada la desembocadura al Este del camino que va a Potrero Sauce. A este punto se ha llamado después el Boquerón.

(4) A la desembocadura de este camino han llamado El Boquerón.

(5) Thompson.

(6) Thompson.

(7) Thompson.

(8) Napoleón dice con mucha razón que “las largas campañas corrompen la disciplina”.

(9) Comprendiendo la gravedad de la situación, el general Osorio dio aviso de lo que sucedía el día 14 al general Emilio Mitre. Este le indicó la urgencia de posesionarse inmediatamente de la posición paraguaya y agregó: “si se toma la trinchera hoy (14) costará 200 hombres, mañana 500, y después quién sabe, pues con arreglo a las defensas que el enemigo vaya construyendo serán nuestras pérdidas”. El general Osorio contestó: “que estando el general Polidoro en Itapirú, no deseaba privarle del honor de ser el general de esta jornada”. Vino el general Polidoro y objetó: “que recién se recibía del ejército y que necesitaba conocer su situación”; a lo que replicó el general Mitre: “Ayer dije al general Osorio que la toma de la trinchera nos costaría 200 hombres y que hoy 500; pues bien, ahora digo a V. E. que mañana o pasado perderemos más de 1.000”. ¡Tenía razón quedaron en el campo de la lucha 4.621 combatientes!

(10) Esta trinchera estaba construida en una elevación de terreno denominado Isla Carapá.

(11) Según Thompson, este jefe que mandaba las fuerzas paraguayas que tomaron la ofensiva sobre las tropas rechazadas de la línea del Sauce, el 18 de julio, manifestó el deseo de matar por su propia mano algunos enemigos. Picó espuelas al caballo y dio muerte al primero que encontró a su paso, pero otro que allí cerca estaba le metió una bala en el vientre. Antes de morir fue promovido al rango de general. Thompson padece un error en la fecha. Aquino fue herido el 16 y murió el 19 de julio.

(12) 3 y 4 de línea, 4 y 14 de voluntarios.

(13) Sauce.

(14) 14ª brigada.

(15) En la conferencia que tuvo el general Emilio Mitre con los generales Polidoro, Osorio y Flores, quedó convenido que el ejército argentino apoyaría con una división el avance de los brasileros.

(16) El coronel Palleja testigo presencial y pluma autorizada, elogia la actitud de las tropas brasileras, y a varios jefes argentinos he oído lo mismo.

(17) Esta picada y otras, fueron construidas por orden de López antes de la batalla del 24 de mayo con el intento de que por ese camino trajera Barrios su oculto ataque.




Batalla de Acayuazá – 18 de julio de 1868



Guerra del Paraguay. Sofocada la revolución del interior y ya de regreso la mayor parte de los cuerpos retirados del frente para combatirla, aumentaba aún más en los argentinos el deseo de que se aceleren las operaciones. Quienes venían de la guerra civil, anhelaban volver definitivamente a sus hogares. Había que desplegar todo el empuje y el valor de aquellos cuerpos prematuramente envejecidos por las penurias de casi tres años de campaña, para poner fin a la contienda. Así pensaban los que se aprestaban a participar en las operaciones sobre la fortaleza de Humaitá.



Sin embargo el mariscal Francisco Solano López levantaba nuevas fortificaciones sobre el Timbó, que podían tornar dificultoso lograr el objetivo. De ahí que en mayo de 1868, argentinos y brasileños desplegaran sus fuerzas para cerrar el cerco y obstaculizar los trabajos de apuntalamiento. El mando aliado designó al frente de las tropas argentinas allí destacadas a Ignacio Rivas. Como se sabe, el general se pintaba solo para los ataques vigorosos y no escatimaba la vida de sus hombres ni la propia existencia cuando le ordenaban tomar una posición. Y pidió como jefe de estado mayor al coronel Miguel Martínez de Hoz, otro arriesgado.



En un ataque a la bayoneta, el 5 de línea, con este último al frente, ocupó el 30 de mayo de 1868 una batería de importancia táctica que protegía con sus fuegos a Humaitá. Un mes y medio más tarde, Rivas decidió realizar un reconocimiento sobre un reducto artillado construido por el coronel Caballero. Para efectuar la operación, el grueso de los sus efectivos debían ocupar uno de los puentes situados sobre el río Acayuazá, con el fin de permitir que una guerrilla lo cruzara y realizara dicha tarea. Martínez de Hoz partió con su batallón; con el Cazadores de la Rioja, comandado por el teniente coronel Gaspar Campos, y con otros dos cuerpos brasileños. Además llevaba como elemento de choque una partida formada por 40 hombres escogidos.



Era el 18 de julio. Los aliados marchaban en columnas paralelas: los brasileños por el monte y los argentinos por la costa. Estos últimos, al llegar al puente, arrollaron a los paraguayos, que fingían dispersarse para obligarlos a entrar el propio terreno. Martínez de Hoz y Campos se dejaron llevar por su temeridad indómita y se pusieron al frente de la guerrilla, que se lanzó en persecución de manera desenfrenada. Los Cazadores de la Rioja habían quedado sobre el puente, sin tener quien los mandara, y los brasileños estaban lejos. Pasaron así por el punto en que estaba oculto el capitán paraguayo Taboada, sin advertir su presencia. El Reducto Corá no daba señales de vida. Cuando los dos jefes advirtieron la maniobra era tarde. De pronto la artillería lanzó sobre los aliados una furiosa andanada. Martínez de Hoz despachó a su ayudante con un pedido de refuerzos al general Rivas, le ordenó a Campos que tratase de desplegar una compañía de su batallón y se dispuso a vender cara la vida. El coronel y sus hombres fueron rodeados y acribillados a bayonetazos y lanzazos, pues no quisieron rendirse por más que el Cnl. Bernardino Caballero, admirado por la presencia de ánimo de su adversario lo invitó a deponer las armas.



Mientras tanto las tropas brasileñas huyeron siendo acuchilladas por la espalda hasta las proximidades de Andaí.



Campos llegó al puente, tomó la bandera de su unidad, la hizo flamear por última vez con el fin de que la contemplasen sus soldados, y la arrojó al río para que no la tomase el enemigo. De inmediato volvió con algunos de sus hombres al lugar en que expiraba Martínez de Hoz y, tras resistirse con furia, fue tomado prisionero. Al saber lo ocurrido, el mariscal López dispuso que se lo condujera a San Fernando con los demás sobrevivientes. El gallardo jefe argentino corrió después la suerte del ejército paraguayo, sufrió con él sus penurias y privaciones, pero mereció siempre los respetos debidos por parte del enemigo. Enfermó gravemente de disentería en la retirada al Pikisyry y falleció en Itá Ybaté el 12 de setiembre cuando tenía sólo 37 años. El coronel Bernardino Caballero le asistió en sus últimos momentos y recibió de sus manos algunas reliquias para los suyos, que entregó después de la guerra.



Humaitá cayó, finalmente, el 5 de agosto de 1868, y pareció que se aproximaba el fin de la guerra. Pero faltaba más de un año de esfuerzos y sacrificios para que argentinos, brasileños y orientales pudieran regresar a sus respectivas patrias.



Fuente

De Marco, Muguel A. – La Guerra del Paraguay – Buenos Aires (2003)

O’Leary, Juan E. – El Centauro de Ybycui – París (1929)

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